Harto infrecuente es que llegue al público un tratado como éste, de tema
muy serio, pero encarado con audacia y escrito con desenfadado ingenio.
El autor, en este caso el tranquilo y consciente perturbador, estima
que el mayor elogio de nuestra humanidad es su propia estupidez. Para
él, y difícil será desmentirlo, tal locura sigue costando más vidas y
bienes que todas las plagas y guerras. Al reseñar el tema destaca, entre
muchas otras, la estupidez originada por la codicia, la duda, el
conformismo, el legalismo, los sueños y los mitos, y mil y una otras
formas descaradas o encubiertas.
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