El Evangelio según Jesucristo responde al deseo de un hombre y de un
escritor de excavar hasta las raíces de la propia civilización, en el
misterio de su tradición, para extraer las preguntas esenciales. ¿Quién
es este nuestro Dios, primero hebraico y ahora cristiano, que quiere la
sangre, la muerte, para que sea restablecido el equilibrio de un mundo
que sólo de sus leyes se nutre?" "El Evangelio" de José Saramago es todo
así, trágicamente problemático, y sería absurdo condenarlo con leyes
que no sean sus propias leyes, literarias, poéticas y filosóficas. Aquí
no se niega lo divino, la religiosidad latente en el corazón de cada
hombre: lo que se hace es interrogarlo, cuestionarlo, acusarlo
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